23 octubre 2007

Gigantes y Cabezones

Tierra de molinos, tierra de gigantes. Tierra de quijotes, tierra de "cabezones". En la reciente escapada a tierras manchegas no he podido más que estremecerme ante la visión de varios "cabezones", esperando plácidamente el final de sus días si alguien no se apiada de sus cansados chasis, corroídas chapas y apagados colores.

Monstruos de la carretera durante casi dos décadas, los Pegaso 1066 en sus varias versiones fueron auténticos reyes del transporte hasta la llegada de los articulados. Camiones pensados para 38.000 kilos oficiales de P.M.A., en la realidad casi siempre alegremente sobrepasados, a veces rozando las 50 toneladas, lanzándose por las tortuosas rutas de la época, recorriendo infatigables la piel de toro, arriba y abajo, y vuelta a empezar, entre sol y sudor, nieve y frío, lluvia y niebla. "Cuatropatas", "cuatroejes", "millepatte", "tausendfüßler"... Máquinas soberbias, únicas, robustas, nobles. Maquinones duros, lentos, señoriales, inolvidables...



Hoy, casi todos los supervivientes (pocos ya en realidad) reposan bajo el sol, retirados pero aún orgullosos, luciendo todavía su caballito volador, ese Pegaso, casi un Rocinante alado. Este 1066/52, bastante completo, incluyendo su motoraco de 260 cv, fue el primero en recibirnos...



A su lado, un 1066A, un chasis-cabina únicamente, despojado ya de motor, cambio, ejes, ruedas... una caverna se abre bajo su cabina, el vacío...



Y finalmente este otro, uno de los "encuentros" con nuestros queridos brutos mecánicos más acongojantes que he tenido en mucho tiempo, debió lucir increíblemente bien en su mejores días, pintada la cabina en marrón metalizado la parte superior, en dorado la inferior. Además con detalles tan castizos como las "pestañas" sobre los faros, los típicos y clásicos intermitentes de la época, la cuidadísima rotulación (a mano, todo un arte casi desaparecido), los famosos y reconocidos guarnecidos de Pinos (imitando en plástico los motivos de las mantas de la zona), etc. Ejemplar único de la fauna ibérica, esta maravilla rodante debía tener el corazón tan, pero tan grande, que se hizo también donante...



Y ahora duerme, silencioso...

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